La mariposa de los cardos (Vanessa cardui) es posiblemente una de las mariposas más frecuentes y más ampliamente distribuidas. De echo, se trata de una especie cosmopolita que vive en todo por todo mundo, salvo en la Antártica, siempre que existan las plantas de las cuales se alimentan sus orugas: varios tipos de cardos y ortigas. Puede vivir en las regiones templado-frías, semidesérticas y de cierta altitud (hasta los 2.000 m), por lo que es fácil suponer que con estos requerimientos biológicos en Asturias sea común y abundante en toda la región desde la costa a la media montaña.
Suele aparecer las primeras mariposas al principio de la primavera, más frecuentemente a partir del mes de abril. Estas tienen un aspecto desgastado con sus colores apagados ya que se trata de ejemplares que han sobrevivido al invierno. Como todas las mariposas del género Vanessa, su vuelo es bastante potente con planeos frecuentes y permaneciendo luego posada en el suelo con las alas completamente extendidas, como si estuviese tomando el sol. Pero quizás lo más curioso de este insecto, es que se trata de una especie migradora. Generalmente asociamos las migraciones a los animales vertebrados, más concretamente a las aves y resulta curioso que un insecto de algo menos de 6 cm. de envergadura y menos de un gramo de peso sea capaz de recorrer más de 1.000 Km. a lo largo de su vida.
La vanesa de los cardos pasa el invierno en África y vuela hacia la península a principios de la primavera. La velocidad del vuelo oscila entre los 15 y los 30 km/h.
Sus rutas migratorias la llevan hasta el norte de los Alpes, el norte de Inglaterra e Islandia. Al ser tan ligeras sus desplazamientos están condicionados por la dirección de los vientos ya que son fácilmente transportables por las corrientes de aire. Sus migraciones no son de ida y vuelta, ya que cuando llegan al lugar de destino se reproducen y son sus descendientes los que hacen el viaje en dirección contraria.
En un año se suceden dos generaciones de vanesa de los cardos: la primera nace en la primavera. Las mariposas ponen sus huevos sobre las plantas de las que se alimentan sus larvas y al cabo de dos semanas salen las pequeñas orugas que en 7-11 días se convierten en crisálidas y en otros tantos eclosionan las mariposas adultas. La segunda generación vuela en mitad del verano. A veces coincide el nacimiento de las nuevas mariposas con las mariposas más viejas que llegan de su migración y entonces se ven mariposas de aspecto apagado y con las alas desgastadas con ejemplares muy brillantes recién eclosionados. Estas jóvenes se reconocen fácilmente por tener una fina línea blanca en el extremo exterior de las alas.
Aunque muchas de las mariposas que nacen en el verano retornan hacia sus lugares de reposo invernal en África, otra parte de su población permanecen en nuestra región pasando el otoño e invierno aletargadas en el interior de huecos de árboles y grietas naturales. Estas son las primeras que vuelan con el inicio de los días cálidos de la primavera. Más adelante llegaran las que invernaron en África, juntándose algunos años en concentraciones numerosas en los alrededores de las playas.